sábado, 27 de octubre de 2012

AQUELLO QUE SOMOS, Y LO QUE NO...

¡Ser o no ser, es la cuestión! Así empieza el conocido soliloquio de Hamlet y podría ser perfecto para iniciar la más profunda de nuestras reflexiones. Creemos saber quiénes somos y en lugar de asumirlo y vivir felices cogemos nuestra máscara favorita y nos la ponemos esperando que sirva de escudo y nos proteja de todo aquello que nos hiere... Pasa el tiempo y nos alegramos porque el personaje de la máscara funciona perfectamente, hasta que  un día nos damos cuenta de que elegimos la inadecuada, aquella que, como un parásito, se instaló en nosotros y succionó silenciosamente nuestra esencia. Y cuando llega ese momento caemos al suelo y nos planteamos recuperar nuestra identidad, pero esta se quedó en el pasado.
Sí, es entonces cuando volvemos al principio de la historia y nos preguntamos de nuevo ¿quién soy? y tenemos 2 opciones: ser o no ser. El camino fácil sería optar por NO SER, aceptar que nunca existió nuestro yo, que se borró como una huella en la orilla del mar y decidir crearnos desde cero (en el fondo sería un 'cambiar de máscara'). Pero si decidimos SER tenemos que trabajar con paciencia, porque esta elección exige un purgado, una limpieza de los restos del personaje oscuro que ocupó nuestra alma, momentos de reflexión y sosiego, valentía para aceptarnos tal y como somos, para alegrarnos de ser diferentes y asumir que habrá gente a la que no le gustaremos.

Seamos realistas, ¿vale la pena crear un 'yo' y ponerlo en escena solo para agradar a alguien? Desde luego, no, pues tarde o temprano saldrá a la luz nuestra verdadera personalidad y el ocultarnos habrá significado perder a quienes nos querían de verdad y  haber dejado una imagen falsa que se puede volver contra nosotros

VIVE  y no temas gritarle al mundo 'yo soy así'. Tendrás más admiradores que detractores y, lo más importante, serás completamente feliz y con ello darás felicidad a todos los que te rodean.

AMA, porque esa es la razón de nuestra existencia, la miel que endulza nuestro corazón, el motor que mueve nuestros pasos y la luz que alumbra nuestro desván.